El reto de la educación en la era de la Economía del Conocimiento
El pasado octubre, el gobierno reglamentó la ley de
Promoción de Economía del Conocimiento que extiende y amplia beneficios
fiscales y laborales a otro tipo de actividades más allá de la producción de
Software (producción audiovisual, biotecnología, etc.) y aggiorna las
reglamentaciones a la realidad laboral de este tipo de industrias.
En un contexto de crisis económica y política, la industria del
conocimiento es una de las pocas que experimenta cifras de ocupación cercanas
al pleno empleo, y presenta un crecimiento exponencial y sostenible
a los largo de los últimos años.
Sin
embargo, el principal problema de estas empresas remite a la falta de talento –
es decir, a la falta de personas capacitadas para ocupar los puestos de
trabajo.
Nos encontramos ante un cambio de paradigma muy grande.
En la industria del software, la dinámica del mercado laboral tal y como lo conocemos da un giro de 180°. La demanda de fuerza laboral es mayor a la oferta “de mano de obra disponible”. Los trabajadores dejan de ser un sector vulnerado.
En la industria del software, la dinámica del mercado laboral tal y como lo conocemos da un giro de 180°. La demanda de fuerza laboral es mayor a la oferta “de mano de obra disponible”. Los trabajadores dejan de ser un sector vulnerado.
Esta cuestión estructural es el causante de que las empresas de tecnología cuenten con rangos salariales mucho mayores a un sueldo promedio, beneficios y flexibilidades laborales que en sectores más tradicionales son muy lejanos.
En este marco es que, la promoción al desarrollo de este
tipo de industrias, no se apoya sólo en el cambio de las regulaciones y en la mayor facilidad de acceso a recursos económicos
y procesos fiscales sino también dependerá de un proceso de cambio que es
socio-cultural. Un proceso de cambio que, una vez más, pone el énfasis en los procesos y las instituciones educativas. Dejamos de hablar del problema del empleo para hablar del problema de la "empleabilidad."
Esta transición requiere de un proceso mucho más complejo que un cambio de currícula en las trayectorias educativas. No basta con sumar materias de computación e informática en las escuelas o plagar las aulas de computadoras y dispositivos electrónicos.
Debemos cambiar la manera de enseñar y de aprender.
Es que el futuro del trabajo necesita de personas
autónomas y creativas, abiertas a buscar la solución a un problema de
manera colaborativa, siendo abiertos a las opiniones de los demás y en pos de buscar sinergia.
No requiere de personas que repitan discursos indiscutibles,
de lo contrario requiere del desarrollo del sentido de crítico, de curiosidad,
de criterio para saber categorizar las fuentes y la clase de información que recibimos.
El futuro del trabajo demanda personas que sepan
cómo trabajar en la interdisciplina, no de profesionales que reproduzcan “verdades
dogmáticas”, que lleven adelante procesos irrefutables, rigurosos y
descontextualizados.
El trabajo en la era del conocimiento es ágil, es dinámico,
cambia aún más rápido de lo que nos formamos. El trabajo requiere de personas que
sean disruptivas pero creativas, analíticas pero pragmáticas.
Transitamos instituciones educativas que se apoyan en las “verdades
objetivas”, que forman defensores de la verdad. Pero que se olvidan de que en valoración de nuestra propias subjetividades
está la esencia del valor. En la era del conocimiento, nuestra empleabilidad (habilidad
de ser empleables), depende del modo en cada uno construya y se apropie de su
propio valor.
El mundo que se viene nos llama a pensar en procesos educativos que
empoderen y enfaticen la diversidad. No necesitamos aulas que homogenicen, precisamos de aulas horizontales que
hagan que amemos nuestras diferencias

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