Fast-paced: el lado B de los entornos de trabajo acelerados
En este recorrido reflexivo que estoy transitando, donde me replanteo cómo quiero habitar “mi mundo del trabajo”, qué lugar quiero que ocupe en mi vida y qué energía le quiero dedicar, me detuve a pensar cuáles son las coordenadas justas, ese punto donde todo empieza a caminar por el borde de la cornisa.
¿Cuál es el trigger* que impulsa mi estrés, que me embrolla en pensamientos enredados de sobreexigencia, inseguridad y esa sensación de que nada es suficiente?
No voy a negarles que es tema de terapia. Y que, como todo proceso social, hay cosas en lo que podemos trabajar individualmente, y otros factores que son parte de la estructura, del contexto del trabajo y lo que moldea nuestras prácticas.
Cuando empecé a desarmar este nudo tenso, me di cuenta de que hay un factor comun en los entornos que trabaje que tienen que ver con la velocidad.
En los últimos años, el término fast-paced (en español, “de ritmo acelerado”) se ha vuelto cada vez más común para describir ciertos entornos laborales caracterizados por un ritmo intenso, alta exigencia y constante cambio. Estos ecosistemas se distinguen por su foco en la velocidad de ejecución, la toma de decisiones en tiempo real y la necesidad de adaptabilidad —una capacidad indiscutible que tenemos que entrenar para el futuro del trabajo.
Los ambientes fast-paced requieren velocidad para tomar decisiones, capacidad resolutiva, un máster en priorización de tareas, adaptabilidad, ser gestores y abrazadores del cambio, y muy tolerante a la frustración. También ser expertos negociadores —muchas veces con nosotros mismos— para aceptar que lo que “está dado es lo mejor”.
Su auge está estrechamente ligado a la transformación digital y a la creciente presión por innovar y competir en mercados cada vez más volátiles, necesidades nuevas en la demanda de los clientes, que exigen cambios constantes en los objetivos, procesos y herramientas de trabajo.
Empresas tecnológicas, startups y organizaciones que se encuentran en etapas de crecimiento son las protagonistas de este tipo de cultura. Aunque me atrevo a decir que son esquemas de trabajo que trascienden las industrias.
Si bien las oportunidades de crecimiento, aprendizaje intensivo y dinamismo te foguean e impulsan a la adaptavilidad y el desarrollo, también plantean desafíos profundos a nivel humano y organizacional.
La ambivalencia: lo nuevo que enamora, lo rápido que ahoga
La experiencia de trabajar en contextos fast-paced es agridulce. Por un lado, pueden ser motores de motivación y desarrollo personal: muchas personas encuentran sentido en la intensidad —me incluyo—, se sienten estimuladas por la velocidad y disfrutan del aprendizaje constante. Lo nuevo, lo cambiante, te exige estar on top de todo —sea una tendencia de mercado, una información clave que impacta en las operaciones, una herramienta o forma de trabajo emergente.
Trabajar en entornos fast-paced es un posgrado diario en prácticas y resoluciones ágiles. Hay algo de eso que te endulza, que te hace sentir todo-poderoso.
Pero a nivel humano, ¿no les parece un montón?
Hace como un año empecé a darme cuenta de que mi manera de incorporar información se parecía al procesamiento de una computadora:
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Recibía la información, la clasificaba.
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La procesaba, desechaba lo poco importante y me quedaba con lo útil.
Priorizaba los puntos útiles.
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Ejecutaba una respuesta. Y todo rápidamente se transformaba en un objetivo y un plan de acción.
Gran habilidad para estos tiempos, pero peligrosa. En estos rápidos procesamientos no hay pausas.
La presión suele ser sostenida —y no hablo solo de managers, hablo de la nocividad de un sistema que, si no estás al día, te expulsa. La ambigüedad frecuente es moneda común, lo que genera, sin duda, agotamiento, a veces ansiedad, y sentimientos de despersonalización, de enajenación sobre el trabajo (como si no fuera resultado de mi esfuerzo y humanidad).
Lo colectivo corre peligro. Son esquemas que sin duda erosionan los vínculos si no hay espacio para hablar de lo emocional y crear en equipo de manera genuina y con foco en el impacto.
¿Para dónde corremos?
Spoiler: no hay dónde correr, estos entornos de trabajo llegaron para quedarse.
Los ecosistemas fast-paced están asociados a las principales características de la sociedad en que vivimos y al concepto de entornos VICA:
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V de Volátil: todo cambia muy rápido y de manera inesperada.
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I de Incierto: no sabemos qué va a pasar, hay poca previsibilidad.
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C de Complejo: hay muchos factores que se cruzan, se influyen entre sí y es difícil entender todo al mismo tiempo.
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A de Ambiguo: no hay una única forma correcta de hacer las cosas, muchas veces hay dudas y falta de claridad.
¿Qué podemos hacer como individuos?
Transitar estos ambientes con conciencia de que esto sucede y es parte de nuestros entornos de trabajo. Deconstruir nuestras prácticas automáticas, “situar/contextualizar” nuestras formas de trabajar, de operar, de traer resultados. Hacernos preguntas: ¿De dónde viene esta manera de hacer? ¿Por qué lo hago así? ¿Quién me corre?
Como personas reocomiendo:
- No perder el contacto con "la vida misma". Son ambientes que tienden a “extraernos de la vida común y corriente”. Conectemos con otra cosa: con la naturaleza, con actividades creativas, incluso con los quehaceres del hogar. Sobre todo con nuestros vínculos, con otras experiencias que nos sacan del "frasco".
- Ejercitar la pausa y tu propio timing. Permitirte hacer las cosas a tu ritmo. No todo es un backlog en la vida —me pasa de vivir con listas de pendientes y ponerme objetivos hasta para salir a pasear al perro (escuchamos pero no juzgamos). Aunque cliché: valorar los procesos es la clave, y el tiempo improductivo también.
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Comunicar lo que nos pasa. Obviamente, siempre en entornos psicológicamente seguros (sino, cuiden sus cabezas y marchen a otro lado).
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Establecer expectativas con los demás, negociar deadlines y acordar cuál es el resultado esperado nos va a evitar mucha ansiedad cuando todo cambie de un momento al otro. Así, todos vamos a zarpar desde el mismo punto de partida.
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No te alejes de la gente que trabaja con vos. Sea tu equipo, tu líder, tu cliente. Escuchalos desde otro lugar, tené sesiones de trabajo que te permitan seguir construyendo colectivamente. La salida es colectiva.
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Si sos líder o manager en este tipo de ambientes, la clave está en diseñar culturas organizacionales que reconozcan estas tensiones y promuevan una gestión más humana de la alta productividad. Nota: no se puede tapar el sol con un dedo.
En conclusión
No cambio por nada la experiencia que me dio trabajar en ecosistemas fast-paced, pero también me ha dejado un gran aprendizaje respecto a mis límites y “no negociables". Por que "nota mental": somos personas trabajando, no trabajadores esperando poder vivir.

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